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sábado, 9 de mayo de 2015

MÓNACO: Un diminuto Principado... Un gran sueño

Con el Principado de Mónaco me une un "romance" de 40 años, éste es un lugar archi conocido por todo el mundo, aunque nunca lo hayan visitado, creo que todos saben donde está y como es, por películas, revistas del corazón o carreras de F1, por eso seguramente alguien podrá sentirse identificado conmigo.

Todo comenzó en Enero de 1.974, por entonces yo, era muy joven y estudiaba en una escuela de educación técnica, una de nuestras asignaturas ( mi preferida ) era el dibujo técnico, por lo que cuando veía algo que me gustaba lo dibujaba. Un día, caminando por una céntrica calle de mi ciudad ( Mar del Plata, Argentina ) al pasar por un kiosco de revistas vi un número especial de Corsa, una publicación de automovilismo, en la que se presentaban todos los coches de la temporada 74´ de F1 que estaba a punto de comenzar con el Gran Premio de Argentina, la compré; una vez en mi casa y al leerla, descubrí la silueta del "nuevo" Brahaban BT 44 del piloto argentino Carlos Reutemann, me encantó ese coche, tan elegante, me sente frente a mi mesa de dibujo, puse sobre ella una hoja de canson Nº 5, varios lápices y comencé a dibujar, no es por que lo hiciera yo,  pero quedó fantástico y lo tuve pinchado en la pared de mi cuarto durante varios años, ahora seguramente seguirá enrollado dentro de un tubo de cartón en algún rincón del trastero de la casa de mi madre.

Eso hizo que desde entonces siguiera cada carrera, pero cuando se disputó la de Mónaco, algo ocurrió, ver los coches rodando por ese enmarañado circuito callejero, rodeado de imponentes edificios, la zona de las piscinas junto al puerto abarrotado de enormes y lujosos yates, me deslumbró y ni hablar cuando al finalizar la carrera, y una vez en el podio el Príncipe Rainiero y la Princesa Grace le entregan el trofeo al malogrado Ronie Peterson, todo parecía de un cuento de hadas, pero cuando muestran a una jovencita de mi edad, absolutamente bella, que no era otra que la Princesa Carolina, me robó el corazón. Desde entonces, quizás por ese "amor platónico" comencé a interesarme por el Principado, aunque realmente veía, por entonces, muy poco probable el llegar a conocerlo algún día.

Pasaron los años y yo seguía siempre pendiente de todo lo relacionado con el Principado y obviamente con Carolina Grimaldi, que me encantaba, no por su condición de Princesa, sino porque a pesar de ello era una chica libre e independiente, rasgos que siempre he admirado en las personas.
Pero como suele decirse, todo llega y ese día llegó, la noche antes, estaba muy ansioso e incluso con un cierto miedo a la decepción ya que lo tenía muy idealizado, pero sabía perfectamente lo que me iba a encontrar en cada calle, plaza o edificio, aunque nunca había puesto los pies en él, lo conocía perfectamente.
Como Mónaco es prohibitivo para la gran mayoría de mortales, me alojé en un pequeño hotel de la localidad de Frejus, en la Costa Azul francesa, junto a St. Raphael, cerca de Cannes y Niza.
Me levanté muy temprano, desayuné y salí con un coche de alquiler hacia Mónaco, no lo hice por autopista, con lo que hubiera ahorrado bastante tiempo, preferí seguir la carretera antigua, la M6098, es espectacular, conduciendo por una angosta y sinuosa carretera de cornisa, a la izquierda la pared de roca de las montañas y a la derecha el abismo y un calmo y azul Mediterráneo, luego de atravesar Cannes y Niza paso por Beaulieu-Sur-Mer, sabía que ya estaba muy cerca y mi corazón se agitaba mas con cada curva a la izquierda ( eran las curvas ciegas, las que no puedes ver que hay después de ella ), esperando que detrás de la siguiente apareciera la silueta de la ciudad, era una plácida y luminosa mañana de septiembre, el mar brillaba con un intenso azul, el aire diáfano y a esas horas pocos coches circulando, todo era perfecto,

A partir de éste punto, por momentos el paisaje se interrumpía por sendos túneles, el primero muy largo, luego vinieron dos muy cortos y seguidos, separados apenas por unos 100 o 200 metros, al salir del segundo ya comenzaron las edificaciones, mi pulso seguía en ascenso, cuando a los pocos metros veo "el cartel" ( Principado de Mónaco, bueno, en francés, claro ) ya la euforia era total y se me hacía imposible seguir al volante, luego de pasar por otro túnel ya estaba en la zona próxima al puerto, aparqué, donde pude, y comencé a caminar, de pronto en una calle al llegar a las piscinas, "reconozco" esa curva, es la famosa "La Rascasse", no podía creer estar pisando el mismo asfalto que había visto durante tantos años ( y sigo viendo ) en televisión con cada G.P., sin darme cuenta empecé a recorrer el trazado, en el mismo sentido en que lo hacen los mono plazas, cada metro me era totalmente familiar, sabía exactamente que venía después de cada curva y así fui pasando por Noghes, Santa Devota, Massenet, la curva del Casino, Mirabeau y seguramente la mas famosa: Loews, en ésta no pude contener las ganas de agacharme y tocar con mis propias manos los "pianitos" ( esos bordes pedaltados, pintados en rojo y blanco para que el coche pueda mantener su trazada en cada curva ), como estos son de cemento están ahí todo el año e incluso cuatro meses después de la carrera aún se veían las marcas de los neumáticos,

 luego me incorporé, como recuperando la compostura y seguí hacia el túnel y posteriormente a las piscinas, donde completé la vuelta, necesitaba bajar la excitación, busqué una terracita, y consiente que costaría una fortuna me senté a tomar algo para mirar y disfrutar del "paraíso".
Después del descanso comencé con la visita, primero por la "Ville", es un promontorio ( la roca legendaria ) que entra en el mar y donde se encuentra el Palacio del Príncipe, el que se puede visitar o simplemente ver el cambio de guardia ( eso sí solo hay dos o tres soldados en las puertas del palacio, no esperen un cambio de guardia como el de Buckingham, pero tiene su encanto), también desde la plaza que está en frente, hay una espectacular panorámica de Monte Carlo.




También aquí encontrarán el Museo Oceanográfico, una institución con prestigio internacional, lleva mas de cien años de investigación para la protección de los mares, entre sus directores, estuvo el  legendario Jacques Y. Custeau, padre del buceo autónomo.


También cuenta con un espectacular acuario.

Otro punto de interés, casi al lado del palacio es la Catedral de San Nicolás

La zona de la Ville es el casco antiguo por lo que vale la pena recorrerlo y disfrutarlo, si desean hacer un alto para merendar, le recomiendo hacer un pincnic en los jardines de Saint Martin, es un lugar muy bello y cuidado con espectaculares vistas al mar y a la marina.

Otro lugar que no deben dejar de visitar es el casino, aunque no jueguen, pero vale la pena pagar una pequeña entrada para ver sus míticos salones y disfrutar del ambiente.



Y luego simplemente recorrer sus calles o sus marinas y disfrutar del entorno.
Al caer la noche, vuelta al coche y emprender el regreso a Frejus, esta vez si por autopista, en los días siguientes fui dedicándoselos a otras importantes ciudades de la Costa Azul. Pero Mónaco no solo no me ha decepcionado, sino que ahora me gusta mucho mas y espero algún día poder regresar para ver en directo un G.P. de F1.

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